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sábado, 27 de enero de 2024

Tierra de Campos


Soy de Tierra de Campos, me identifico con ese lugar más que con ningún otro. Es el lugar dónde no nací, pero con el que día a día me "amamantaron" mis padres. El lugar que, sin haber vivido en él, ha estado más presente en mi vida, en mi forma de pensar, en mi forma de comportamiento, en mi lenguaje, en mi educación, en definitiva esa tierra ha formado parte de mi siempre y seguirá así porque ni puedo ni quiero evitarlo.

Tal vez por eso y porque mi curiosidad me pierde y lo busco todo y revuelvo en internet...o tal vez porque alguien me lo ha enviado, de pronto ordenando los libros digitales, esos que te envían a través de whasap, algunos ya sin copyright, otros con él...encontré entre mis archivos el libro Tierra de Campos de David Trueba. Comencé a leerlo. No quiero hacer spoiler, pero me identifico tanto con lo que cuenta, que a pesar de llevar sólo medio libro leído, lo acabo de comprar en Amazon. Llega el 28.

He acumulado libros toda mi vida, he leído mucho, pienso seguir leyendo, he regalado libros y vendo libros porque soy consciente de que cuando yo no esté mis libros (muchísimos) no formarán parte de herencia alguna, estamos en la era digital cuando en un pendrive te cabe toda una biblioteca y sobra espacio, nadie se lleva libros a casas pequeñas, por buen lector sea.

He comprado mucho libro que no he leído, mucho libro que me ha costado terminar o que no he terminado, ahora leo libros recomendados que me pasan los amigos y me sucede lo mismo, por eso he pensado que cuando un libro te gusta porque describe lugares comunes, lenguaje común, época similar,  o cuando simplemente disfrutas de la lectura de un libro, lo menos que se merece el autor es que compres el libro.

Si fuéramos honrados, deberíamos comprar los libros después de leerlos. Yo a veces me he sentido engañada con libros comprados que eran indigeribles. Dinero tirado. 

Voy a seguir leyendo en la tablet el libro y con el que acabo de comprar haré un buen regalo.

Soy tan ignorante que me acabo de enterar que David Trueba es hermano de Fernando Trueba...son muchos años de no leer novela, de centrarme más en historia  y 20 años de plantas...debería haber seguido en el Círculo de Lectores.

Voy a rectificar




 

lunes, 20 de abril de 2009

La primavera...


Siempre ha sido considerada la estación por excelencia...

Mitos que nos creamos en la mente desde niños. El período en que todo sale del letargo invernal y se pone en movimiento. Es como si al reloj biológico le dieran cuerda.

Nunca fué mi estación la primavera. Nací en una época en la que los inviernos eran crudisimos en mi ciudad natal y los veranos muy calurosos. Tal vez por eso debería haber amado la primavera.

Ahora me doy cuenta de que siempre fuí rebelde, siempre un poco a contracorriente, porque a mi me gustaban los inviernos gélidos de mi tierra. Aquellos inviernos en los que el hielo colgaba en forma de chupiteles (más tarde supe que se llamaban carámbanos) de los tejados de las casas. Esos inviernos en los que el aliento se congelaba en el tejido de mi bufanda.



En primavera no sólo brotaba todo lo bello sino también brotaban los virus y las bacterias y era rarisima la primavera que no me obligaba a guardar cama durante días... Luego supe que la primavera alteraba mi mente...La primavera que la sangre altera. Sí, puede que sí, que esta frase sea cierta. Nací en diciembre así es que obviamente a mis progenitores la primavera les afectó.

A veces me he preguntado si estadisticamente será cierto que la primavera produzca un mayor indice de natalidad que el resto del año... aunque si lo analizo bien...el invierno en mi ciudad natal y en aquellos tiempos sin televisión debía de incrementar en mayor medida ese índice.

Ahora le tengo mucho respeto a la primavera, ando con tiento, muchas depresiones entran en primavera, eso lo comentamos siempre las mujeres entre nosotras. Probablemente el invierno produce un estado de ansiedad de deseo de que pase, de expectativas futuras...y cuando ha pasado y la primavera llega el cuerpo sufre el bajón del cambio de estado mental.

La primavera para mi es una estación de actividad física, de ir y venir, de hacer y deshacer, aprovechando el buen tiempo. El invierno es la estación de descanso, es tiempo de actividad mental y siempre me ha resultado más creativa la actividad mental que la física.