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domingo, 27 de diciembre de 2015

143 años

Hoy de haber vivido tendrías 143 años.

En cierta manera prolongaste tu vida en los que te conocieron, en tus cuatro hijos, y en tus 12 nietos. Yo era la más pequeña de tus nietos. Cuando te fuiste yo tenía 14 años y no había tenido mucho contacto contigo porque yo vivía en la ciudad y tu a 100 kms, en el campo, y para llegar se tardaban horas. Tan sólo te veía 20 días al año. Sin embargo, siempre te recordaré con cariño porque eso es lo que tu me diste. Cariño y comprensión, lo único que necesita una niña de su abuela. Me diste también pequeños caprichos en una época en la que faltaba todo y tu ya no tenías casi nada. Recuerdo pocas cosas, e inconexas, instantes mágicos en tu compañía, Ese querer complacerme contra la opinión de los demàs que hablaban de que me malcriabas, ese defenderme ante las críticas de otros parientes más rígidos y austeros. Y ya ves, no fue así, no me malcriaste. De todas las personas que rodearon mi niñez , al margen de mis padres y hermano, mi mejor recuerdo es siempre para ti.

Ahora yo soy abuela, y sólo pienso en tu forma de hacerme feliz, trato de copiar tu maravilloso carácter en mi trato con los niños.  Fuiste una mujer muy inteligente,  Hoy sólo aspiro a dejar en mis nietos el mismo regusto dulce y tierno que tu dejaste en mi. Imposible dejarles tu saber estar. IMPOSIBLE. Nunca te oí una mala palabra ni un mal gesto contra nadie, ni la mitad del genio que yo tengo, claro que con los niños nunca  lo saco .  Te ganaste el afecto de todos, siempre oí hablar de ti con admiración, cariño y respeto. Sembraste y recogiste lo sembrado.

De vez en cuando les hablo de ti a mis nietos, a veces no recuerdo bien, me cuesta recordar pero es tan apacible la sensación que me invade cuando pienso en ti que es como volver a estar a tu lado,...olías a jabón y a trigo abuela.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Reivindico mi derecho a ser María.

 Esas cosas que aprendes de niño y que se te gravan en la memoria.

" Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. A cierto punto Marta se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude.» Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.» "
Lc. 10, 38-42

No sé por qué pero en mi consciencia de niña este pasaje del evangelio venia a calmar mi mala conciencia ante mi laxitud y vagancia. Y tal vez por eso, este evangelio es de los que más simpatías despiertan en mi.

Yo necesito tiempo para ser María. Para dedicarme a la vida contemplativa. La vida contemplativa es siempre la más enriquecedora. Es la que más concentracción requiere. Contemplar lo que acontece a nuestro lado es la única forma de aprender;  capturar imágenes, comportamientos, sensaciones, paisajes, fauna, flora, luz, color...todo entra en el contemplar y todo forma parte del aprendizaje diario que es la vida.

Y esto viene a cuento por ese afán de muchos de trabajar y trabajar, trabajar no sólo para satisfacer las necesidades primarias sino para satisfacer otras necesidades impuestas y creadas por uno mismo. De forma que se vive sólo para el trabajo y se trabaja para vivir, en un círculo cerrado del que nadie sabe salir, consumiendo su existencia en malvivir.

Siempre me ha mareado ese tren de vida. Creo que si hubiera viajado en él habría llegado un momento que le hubiera dicho al revisor aquello de ...Yo me apeo en la próxima ...incluso me habría apeado en marcha.

Demasiadas Martas trajinando y muy pocas Marías contemplando.

Yo reivindico mi derecho a ser María.

lunes, 21 de junio de 2010

Tiempo de cerezas


Ella fué por un tiempo mi laotong. La casualidad hizo que nos conociéramos un verano. Teníamos 14 años y en Octubre las dos iríamos a un nuevo colegio y seríamos compañeras de curso.

Nos hicimos inseparables, como dos cerezas unidas. Ibamos a clase juntas, ocupábamos pupitres contiguos, salíamos de clase juntas ¿te acompaño? ¿me acompañas? y enzarzadas en la conversación de turno íbamos del colegio a su casa, de su casa a la mía y viceversa, en una conversación inagotable que incluso nos llevaba a fingir la existencia de unos deberes que sólo entre las dos podíamos llevar a cabo y a solicitar de nuestros padres quedarnos a dormir en cualquiera de las dos casas. Si no nos dejaban, nos llamábamos por teléfono nada más llegar y seguíamos con la conversación hasta que alguno de nuestros padres colgaba. Por supuesto, los fines de semana también los pasábamos juntas.

Nos conocimos en el parque dónde mi pandilla jugaba todos los días. Ese mismo verano las dos compartimos el gusto por el mismo chico. No había competitividad entre nosotras. Pronto nos supimos su vida y constumbres de pe a pa. No nos planteábamos con ese chico relaciones más allá de la amistad, porque eran otros tiempos y sólo teníamos 14 años.

Mi laotong razonaba con la cordura de alguien de más edad; que le gustáramos y que nos gustara era una cosa, comprometernos otra. Y así fué transcurriendo ese verano, entre le he visto y me ha mirado, me han dicho que le gustamos las dos, si vieras lo guapo que estaba hoy, ¡que mirada tiene!, risas, sonrojo cuando nos miraba, miles de ciempiés en el estómago cuando se acercaba.

Cómo no estar colgadas del teléfono todo el día, si teníamos tanto de qué hablar. Nos contabamos nuestras emociones y sentimientos minuto a minuto a la vez que descubríamos un mundo nuevo de atracciones y deseos.

- Me acabo de enterar, dijo mi laotong con cara de circunstancias, se va a estudiar fuera.

- Cuándo? dónde? qué?

¡Que tristeza! nuestro chico se iba a pasar tres años fuera. Todo fué tan rápido que no nos dió tiempo a despedirnos, pero él le dejó una nota a otro chico para que me la diera. La nota decía que le escribiéramos y nos dejaba su dirección. Mi laotong dijo no. Dijo:- Yo no le escribo, ha dejado la nota a tu nombre, quiere que le escribas tú.

- Y qué le digo? Cómo empiezo la carta? y si se enteran nuestros padres? ¡Ayúdame tú!

Y manos a la obra barajamos todos los encabezamientos posibles. Al final se quedó en un Querido amigo: .- Te ha visto la profe escóndela...pero ya era tarde . ¡Buf! qué mal rato, qué malos días pasamos esperando que de un momento a otro llamaran a mis padres. Mi laotong y yo incrementamos las largas horas de charleta buscando estrategias a seguir cuando aquello fuera vox populi y ambas familias se enteraran. Pasaron los días y no sucedió nada, pero aquello redujo a cero las ganas de volverlo a intentar.

Conocimos a una nueva pandilla y rara vez volvimos a hablar de aquel niño en los años siguientes, aunque capaces de dominar los sentimientos futuros prometimos que no nos volvería a gustar el mismo chico.

Habíamos quedado para estudiar juntas y mi laotong llegó a casa llena de entusiasmo, de carmín, colorete y rimel.-¡Venga arréglate, nos vamos al centro!, me han dicho que ha venido P, seguro que le encontramos en el paseo.

¡Qué nervios otra vez! ¡qué le diríamos? cómo romper el hielo? cómo sería ahora? nos sudaban las manos, teníamos el corazón en la boca y habían vuelto los miriápodos al estómago.

El paseo, como siempre, era un hervidero de gente. Un ir y venir de un extremo a otro de la calle. Había pocas cafeterías en aquella época , aún se veía mal que las mujeres entraran en ellas y nosotras sólo teníamos 17 años, por lo que si el género femenino paseaba el masculino también lo hacía.

En realidad, nosotras no paseábamos, caminábamos deprisa mirando a todos los lados a ver si lo veíamos.

- Pasa por la otra acera!!! no mires que no se de cuenta que le miramos...

- ¿Qué hacemos? pregunté.

Ideamos un plan. Esperaríamos 10 minutos, más o menos el tiempo que tardarían en volver, nos cambiaríamos de acera y "tranquilamente" nos mostraríamos sorprendidas al verle.

¡Ahí vienen! te has fijado? parecía que iba a ser más alto y es menos guapo de lo que prometía, comentabamos entre dientes mientras nos acercábamos. Y además parece un imberbe! de dónde sacamos esta palabra no lo recuerdo, pero para nosotras imberbe no sólo era no tener barba sino que era alguien fofo, poco varonil y eso era lo menos de lo menos. Y a pesar de estos comentarios estabamos tan nerviosas que no nos salían las palabras.

Iba acompañado por otro chico invisible. Pusimos cara de sorpresa y le saludamos con una sonrisa y un apretón de manos. Correspondió a nuestro saludo con una vocecilla afeminada, pelín chillona y una risita nerviosa. Yo sabía lo que mi laotong estaba pensando y ella lo que pensaba yo. Enrojecimos como cerezas maduras. Y nos despedimos rapidamente como quien tiene que ir a apagar un fuego. - Ahora que estás aquí ya nos veremos más a menudo...

Cuando la distancia fué la suficiente nos explayamos a gusto. ¡Pobre chico! En lo sucesivo cada vez que le vimos invertimos la estrategia, hicimos todo lo posible para que él no nos viera.

Así era el tiempo de cerezas, descubríamos el mundo de los adultos. Leíamos a Somerset Maugham, Francois Mauriac, Dostoievski y tantos, tantos otros autores...discutíamos sobre lo divino y lo humano, nos cuestionabamos la existencia de Dios y sin embargo aún estaban los Cuentos de Hadas sobre la mesita de noche y el estereotipo de Príncipe Azul en nuestras cabezas.

miércoles, 13 de enero de 2010

El buen paño en el arca se vende



Te recuerdo sentada al lado de la ventana, con el sol posado sobre tu pelo blanco, tejiendo con cuatro agujas calcetines de lana, o en el patio también al sol, hilando con el huso y la rueca la lana del esquile de las ovejas que luego transformabas en calcetines, camisetas y refajos.

Otra época abuela. Mi madre solía decirme que eras una derrochona, tal vez porque era tu nuera, tendía más a ver la paja en ojo ajeno. Decía mi madre, a modo de crítica, que en tu casa todo era a lo grande, que comprabas las sábanas por piezas, todas del mejor hilo, y que en esos enormes arcones de nogal que tenías, había de todo. Comprenderás que en una época de escasez chocaba mucho tu supuesta abundancia.

Cuando me iba a casar también mi madre compró una pieza de tela para sábanas, de la Vda de Tolrá, la mejor tela de entonces. Las mandó bordar para mi. Tropecientos juegos de sábanas, todos de cama de matrimonio de 1'35m . Apenas tuvieron una utilidad de 10 años. Después no sirvieron para la cama de 1'50m. Con el lote me llegaron dos sábanas tuyas de hilo grueso. Eran bajeras, no estaban bordadas y tardé muchos años en entender lo de las dos costuras. Cada sábana estaba hecha de tres piezas longitudinales.

Las deshice, corté en trocitos y comencé a hacer el mantel que ves en la foto. Y así se quedó. Otra labor inacabada de las mías. Puede que este año siga con él. Quién sabe.

Sigamos con las tres piezas. Hace años tuve que hacer un trabajo sobre la protoindustrialización, algo así como la "industria" antes de la industrialización. Leyendo cómo en toda Europa en esa economía rural de autoabastecimiento y subsistencia se tejía en los telares domésticos todos los paños que luego se utilizaban en la casa, así fué como recordé el viejo telar en el desván y me di cuenta que tus sábanas estaban tejidas en él y cada pieza era la anchura del telar. Se necesitaban tres piezas para hacer una sábana.

¡Qué tiempos los tuyos abuela!. Pasastes del viejo telar a las piezas de sábanas que luego se bordaban a mano. La mitad de mi ajuar abuela ya fueron bordadas a máquina.

Ahora mis sábanas, todas blancas y profusamente bordadas, vienen de China, Thailandia, etc...algún día te contaré el por qué.

Ni siquiera eso que me solías decir cuando me veías salir con las amigas, eso del buen paño en el arca se vende tiene sentido ahora abuela. Ahora en el arca no se vende nada. Es la época del escaparate y el exhibicionismo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El baúl de los recuerdos

Tras los cristales veo caer la lluvia en una fría tarde de invierno... Poco a poco mi mirada se pierde en lontananza, mirando sin ver, viendo hacia dentro. Abriendo la tapa del baúl que contiene los recuerdos.


Revuelvo en su interior y me distraigo con imágnes de otros tiempos, paso algunas de largo y en otras me entretengo, ahora una sonrisa y luego un rictus de amargura, las más de las veces imagenes en sepia cubiertas por el polvo de la indiferencia. Tardes de lluvia dedicadas a ordenar el baúl de los recuerdos. A recuperar por unos momentos aquellos que merecieron la pena y a esconder en lo más profundo aquellos otros que debieron ser totalmente olvidados. A hacer hueco para almacenar vivencias recientes que deseo guardar para rememorar y embelesar otras tardes de invierno.


Ya es de noche y afuera sigue lloviendo

viernes, 23 de enero de 2009

Chaladuras...

He agrupado en chaladuras esas entradas que a veces sólo yo entiendo.

Esos intentos burdos de hacer algo de poesía...esos deseos inconfesables que a veces se me cruzan por la mente...ese imaginar utopías...ese soñar cuentos infantiles...
en definitiva chaladuras mías.

Cómo ésta...

Dicen que me parezco a ti
y eso es para mi un halago
Tu fuistes padre,sin duda,
en mi vida el mejor de los regalos

Eras parco, escueto, certero
y hasta seco en las palabras.
Tus ojos claros, limpios, serenos,
Siempre decían lo que tu boca callaba.

Miradas dulces, tiernas, llenas de temor,
cuando algo nos pasaba.
Miradas agudas, amenazantes, duras,
lo decían todo tus miradas.

Te quise y te quiero
por lo que tus ojos me hablaban.

Tus ojos padre,
le dieron el reflejo azul a los míos.
Sólo eso...
Lo que yo daría por tener tu mirada.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Un 27 de diciembre

Era un día como hoy, hace más de 50 años. Un débil rayo de luz entraba por las rendijas de las viejas contraventanas de madera. Mis pestañas estaban pegoteadas y no conseguía abrir los ojos. Tampoco lo intentaba demasiado. Estaba tapada hasta la nariz. Fuera de las mantas y del cobertor de lana debía hacer mucho frío. Chirriaban las ruedas y los ejes de los carros al pasar sobre el barro duro y helado de la calle. También se oían los saludos de la gente que iba y venía al pozo. Las mujeres a por el abastecimiento diario de agua. Los hombres a dar de beber al ganado.
¡Venga dormilona que te estamos esperando!

Un intenso olor a chocolate fué haciendo que tomara consciencia de donde estaba... Podía oir el vocerío de la planta baja. Me tiré de la cama y bajé corriendo en zapatillas y pijama. El agua helada de la palangana acabó por despertarme. Mojé el peine en el agua y ordené como pude mi pelo rebelde. Tuve que pasar por el zaguán repleto de familiares. En la glorieta mis primos, todos mayores que yo, ocupaban ya su lugar en torno a la mesa. Y en la cabecera estabas tú. Todo eran risas, bullicio, ir y venir de las tías con los bizcochos de soletilla, las galletas, y los dulces... Sobre el mantel, los pocillos para el chocolate y dos grandes jarras de leche. El frío intenso de la calle había empañado los cristales, y mis primos se habían entretenido en decorarlos... con grandes letras se leía ¡Felicidades abuela! y sus nombres... apenas quedaba sitio... añadí mi nombre a los suyos. A pesar de lo efímero del collage, nunca habrá tarjeta de felicitación en la que se deposite más cariño...
Te adorabamos abuela... aún hoy lo hacemos... algunos de nosotros seguimos desayunando chocolate este día, en tu memoria. Y nos llamamos a primera hora de la mañana... para recordarte.
¡Felicidades abuela!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Navidad...



Siempre fueron mágicas estas fechas para mi. Tal vez porque algunas de las personas que más quería incluída yo misma, cumplíamos años en esta época. La Navidad era una celebración tras otra. No eran grandes fiestas. Eran fiestas sencillas. Era el chocolate y los churros para desayunar, la alegría desbordante, la ilusión en los ojos de niños y mayores, el vestido y el abrigo nuevos, el calor de la casa, el olor a comida diferente que se nos antojaban manjares de los cuentos de las Mil y una noches, los villancicos, los escaparates llenos de juguetes, los turrones y los dulces, las bebidas, los juegos de cartas en familia... y a veces incluso la nieve

Mis Navidades, las de ahora, tienen mucho de aquellas pero no es ni parecida la ilusión. Porque antes no teníamos casi nada y todo era mágico y fantástico y ahora lo tenemos casi todo. Aquellas Navidades nunca se podrán repetir.

Feliz Navidad