Querido amigo:
Hace dos días en este mismo blog reflexionaba yo con respecto a la amistad, comentaba que en las relaciones personales soy de distancias cortas. Que llevo mal ser más de cuatro en una reunión, cuando dos son desconocidos. Que no me siento cómoda ante las miradas de otros. Timidez? cuando era más jóven, tal vez, ahora no. Celosa de mi intimidad sí.
Cómo explicarlo? Si me dejas pasar a tu casa, si tu puerta está abierta estaré siempre dispuesta a hablar contigo a ayudarte en lo que pueda, a escucharte. A decirte que nada de lo que te ocurre es nuevo. Que otras personas hemos pasado por ello. Que no te agobies, que te entiendo. Y eso es justamente lo que me gusta de tu casa. El que como la mía sea una casa sencilla en la que dos personas puedan charlar sin estar pendiente de quien entra y sale. El poder entrar y estar los dos. De otra manera, ante miradas ajenas me costaría mucho más hablarte de mi y con ello ayudarte.
Yo sí recuerdo cómo nos conocimos hace ya más de un año. Te he leído muchas veces. He visto tus inseguridades y tus miedos. Y me he sentido reflejada en ellos. Te ha costado llegar donde estás y tienes todo cuánto quisistes tener. Una familia, un trabajo... te sientes tan feliz que tienes miedo de perder esa felicidad. Lo mismo que nos ha pasado a otros en otras ocasiones.
El miedo nos impide ser felices. La vida es movimiento, no se para. Si te paraliza el miedo no vives. No desperdicies ni un sólo momento de tu vida. Disfruta de tus niños, de tu familia y sobre todo piensa en ti. Ya sé que siempre te lo digo. Pero tú sabes que para estar bien con lo que te rodea tienes que estar bien contigo mismo. No busques la perfección, ni el éxito, no hay éxitos sin fracasos. Nadie es perfecto. Todos cometemos errores y hay algo que es fundamental y es el perdonarse a si mismo.
Hoy me has emocionado. Y me he sentido féliz. Poderte ayudar y que tú me sientas tan cercana como para considerarme tu amiga me enorgullece, me hace sentirme muy bien por dentro. No creo mucho en este mundo virtual frío y distante, dónde todo son palabras amables, loas y aplausos. Donde hay mucha vanidad y donde las relaciones son vacías. Y sin embargo, hoy me has demostrado que puedo estar equivocada. Yo te doy y tú me das en eso consiste la amistad. En la generosidad compartida. Ahora me toca ayudarte con mi experiencia y a cambio recibo tu cariño y amistad. Me siento muy bien pagada.
Leerás esto y los dos lo sabremos. No es necesario decir más.